Cuando por el desamor sentimos un dolor intenso, una tristeza profunda, un vacío espeso y silencioso, normalmente son los restos del apego, la memoria de lo perdido, el sentimiento de abandono y el miedo a no volver a ser amados.

Todo ello es normal, hasta que entendemos que nos hemos desconectado de nuestro ser más profundo, nos hemos abandonado y olvidado de lo esencial; que no somos un ser aislado, al que se le ama o se le deja de amar,  sino que todos estamos conectados porque no somos uno, sino que somos todos. Entonces la tristeza se convierte en esperanza, en sosiego porque entendemos que hay otros millones de eslabones de una inmensa cadena que somos los seres humanos a los que amar. Es solo una parte de uno mismo la que se diluye con el desamor, pero somos mucho más que esa parte.

Observando y aceptando el todo, desaparece el dolor y ya no tienes miedo. Amarse a uno mismo es amar a todos. Amar a uno solo es amar solo una parte.

Juaco Mela E.

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