Mi cerebro, enclaustrado en una caja de calcio, se forma ideas del exterior mediante las grietas de los sentidos. Me lo hace notar Gaona, que me señala mi bajo nivel de frustración: decido elevarlo, musculándome anímicamente ante los reveses cotidianos… y ayudándome con una dosis de triptófano. Gaona me asegura que estaré más lúcido y que muchos antidepresivos serían evitables con el uso preventivo del triptófano (elblogdeltriptofano.es), precursor de la serotonina. Como le veo lúcido, le escucho: el excitante abanico de investigaciones neurocientíficas en que anda convierte su conversación en un abrevadero de estimulantes enseñanzas. Y en una vacuna contra el abatimiento

¿Cuáles son sus intereses?
Las adicciones, los exorcismos, las experiencias cercanas a la muerte, el síndrome de decaimiento…

¿Qué tienen en común?
El misterioso cerebro humano. Yo era cirujano…, pero me aburrí: demasiado robotizado. Me pasé a la psiquiatría: ¡me apasiona, por lo insondable de nuestro cerebro!

¿Ahí puede ser más creativo?
Sí, puesto que parto de un misterio.

¿Cuál?
Este: ¿dónde está la conciencia?

Pues en el cerebro, ¿no?
Pero imagina que reproducimos tu cerebro átomo por átomo: ¿en cuál de los dos cerebros estará tu yo?


He hecho esta pregunta a los neurocientíficos más avanzados: no saben responderla.

¿Y qué respondería usted?
Que tampoco lo sé.

¿Tiene que ver esto con las experiencias cercanas a la muerte (ECM)?
Sí. Hemos documentado casos de personas en muerte clínica… que al regresar describían algún detalle que ninguno de sus sentidos pudo reportarles.

¡Más misterio!
Sigamos investigando, como en los casos de exorcismos por presuntas infestaciones…

¿Qué le atrae de estas investigaciones?
Constatar cómo el cerebro construye realidad, cómo nos aferramos a creencias y cómo vemos a través de ellas.

¿Hay algo común a quienes han vivido una ECM?
Son menos materialistas y más arrojados que antes: tienen menos miedo a la vida. Este cambio de valores… provoca que dos tercios se separen de sus parejas.

Otro de sus intereses, me dice, es el síndrome de decaimiento…
¡Cada vez es más frecuente! Precisamente una separación o una pérdida (de un ser querido, un trabajo…) pueden desencadenarlo.

¿En qué consiste ese síndrome?
Es un estado de ánimo bajo.

¿Qué síntomas lo delatan?
Apatía, cansancio, desmotivación, agobio, estrés, inapetencia sexual, desgana, insomnio…

Todos lo hemos sentido alguna vez.
Lo llamativo es que pasa cada vez más a menudo…, y a cada vez más personas.

¿A qué atribuye este síndrome?
Al nuestro bajo umbral de frustración.

¿Soportamos mal la frustración?
Peor que nuestros padres y abuelos… Nosotros ocultamos la muerte, negamos el dolor, rechazamos la dificultad… Fíjate: nos diagnostican una enfermedad, ¡y nos sorprende!

Claro, ¿no?
¡La enfermedad es normal, es parte de la vida! En vez de entenderlo así, nos preguntamos: “¿Cómo es posible?”. Y seguimos: “¿Por qué yo?”. Y concluimos: “¡No es justo!”. Son pensamientos muy desvariados…

Ya.
Hay un desenlace fatal en urgencias, ¡y buscamos culpables! Nos cuesta aceptar que lo normal es morirse, ¡y que lo excepcional es vivir! Nos creemos con derecho a todo, ¡felicidad incluida y garantizada! Abominamos del dolor físico y psíquico.

¿Y qué deberíamos hacer?
Pues no vivir el dolor como trastorno y revés insoportable. “Estoy fatal por un duelo”, me dicen en la consulta. “¡Recéteme algo para que se me pase rápido!”, me piden. ¡Pues no, señor mío: ahora le toca pasarlo mal! Páselo mal. ¿Qué tiene de malo pasarlo mal una temporadita, eh? ¡Ya amainará!

O sea, que deberíamos elevar nuestro umbral de frustración.
Si sobreproteges a tus hijos, ¡los desarmas frente a la frustración! Y se frustrarán más.

¿Receta?
A mi hija de 21 años, que estudia Oceanografía en Canarias, ya le he dejado claro que al terminar… ¡nada de volver a casita!

Es usted coherente…, y rudo.
¡He educado así a mis hijos desde niños! ¿Cuál es el objetivo último de la educación?

¿Cuál?
Ayudar al hijo a ser independiente rápido.

¿Bajará más el umbral de frustración?
Quizá la crisis nos enseñe a arremangarnos, y así frenemos esa tendencia. Colaboro como médico en África… y nadie allí padece síndrome de decaimiento: ¡encontrar qué comer les alegra sobremanera cada día!

¿Qué receta a sus pacientes con síndrome de decaimiento?
Primero exploramos las causas de su decaimiento… y su umbral de frustración. Y en vez de enmascarar sus síntomas recetando alegremente antidepresivos, prefiero emplear el triptófano. Con eso puede bastar.

¿Triptófano?
Es un aminoácido esencial. No es un fármaco, sino un suplemento alimenticio. Si abunda en sangre, tu cerebro podrá fabricar fácilmente serotonina…, ¡y te subirá el ánimo!

¿Qué es la serotonina?
El neurotransmisor del bienestar, de la satisfacción, de la saciedad… Y así no necesitarás comerte un bollo (y engordar: ¡fatal!).

¿Dónde encuentro triptófano?
En la farmacia. Una cápsula al día: no produce efectos colaterales ni adicción. ¡Disminuye la ansiedad y regula el ciclo del sueño!

Dormir bien es la mejor medicina, ¿no?
Dormir mal facilita la tendencia depresiva.

¿Conclusión?
Combinamos una baja tolerancia a la frustración… y una alta autoexigencia: ¡peligro!

Entrevista de la Contra de la Vanguardia a José Miguel Gaona, psiquiatra

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