La Alexitimia y la Agnosia son dos trastornos que comportan la incapacidad para percibir o identificar las emociones propias o las de los demás, o de percibir los indicadores no verbales de estados emocionales. Son dos tipos de “ceguera emocional” donde el individuo es incapaz de ser consciente de las emociones y la información emocional propia o ajena.

Pero a lo que me quiero referir hoy no es a esto, si no a la “anosmia emocional” (permitidme la metáfora).

Cuando era todavía un post-adolescente trabajaba en un vertedero de basuras. Cada día descargaban allí decenas y decenas de camiones cargados con todo lo que tiramos a la bolsa de basura. Cargados con cientos de toneladas del material mas maloliente que se pueda imaginar, mezcla de todo tipo de residuos de miles de hogares. Podéis imaginar que aquello no era para narices sensibles ni estómagos delicados.

Pues bien, los primeros días fueron terribles. El hedor era tal que no podía acercarme a el área de descarga sin sentir unas sinceras ganas de arrojar todo lo que había desayunado.

Pasaron los días y al cabo de poco ni me enteraba del pestilente perfume de aquellas montañas de desechos. Es mas, cuando venían escuelas a visitar las instalaciones y había pobres chavales que palidecían de pura nausea yo me reía y les decía “Pero si no es para tanto!”. Y cuando llegaba a casa no era ni remotamente consciente del tufo que arrojaba mi ropa de trabajo. Había desarrollado una especia de anosmia temporal. La Anosmia es la incapacidad para percibir olores.

De alguna forma nuestro cerebro se defiende de la pestilencia volviéndose “ciego a los olores”.

Algo parecido a veces pasa con las emociones. Cuando en la vida nos instalamos en una emoción determinada: la rabia, la envidia, el rencor, la insatisfacción, el desencanto, la frustración … a veces, para defendernos, para protegernos, llega un momento que ya no somos conscientes, que vivimos “intoxicados y secuestrados” por esa emoción pero ni nos enteramos, ni somos conscientes.

Ese estado emocional ya forma parte de nuestra realidad, ese “tufo emocional” ya es parte del “perfume” que tiñe nuestro día a día, nuestra forma de pensar, de ver el mundo y de relacionarnos. Y si alguien nos lo hace notar, “Oye, que tus emociones huelen mal.”, negaremos la mayor y diremos que los que apestan son los demás. No somos nosotros la “basurita emocional” son los demás los que están podridos. Esto seria, metafóricamente, una Anosmia Emocional hacia uno mismo.

Pero, ¿y cuando la anosmia emocional es hacia el entorno?, ¿Y cuando nos movemos en ambientes familiares o de trabajo donde hay ciertos “olores emocionales” que, hartos de olerlos, se vuelven parte del paisaje de olores habitual?

Imagina un equipo de trabajo donde el desencanto, el rencor o la frustración hace tanto tiempo que forma parte del “perfume” del equipo que ya no somos conscientes de que somos unos “apestositos emocionales”. En serio, puede parecer cómico, pero hay oficinas, equipos de trabajo que sólo entrar en contacto con ellos te dan ganas de salir corriendo en dirección contraria sólo por su “olor emocional”, y paradójicamente ellos/as no se dan cuenta, ya no lo huelen, han desarrollado la misma Anosmia Emocional que yo desarrollé junto a aquellas montañas de residuos!! Y es mas, muchas veces el responsable, el jefe, el directivo es el primero que desarrolla esta Anosmia Emocional!

¿Y cual es el resultado? Responsables de equipos que están ciegos a lo que esta ocurriendo y a lo que es esperable que ocurra con todo ese “tufo emocional”, y equipos que van cediendo a la inercia de estados emocionales que los van consumiendo, y de los cuales ya casi no son conscientes.

Ahora, tened por seguro que sus parejas o familiares, cuando llegan a casa, perciben de sobra el hedor emocional que traen del trabajo. Palabra de ex-basurero.

P.D.: una advertencia, los malos olores procedentes de residuos orgánicos desprenden gases (e.g. el metano) que son inflamables, y que bajo la presión y la temperatura suficiente pueden llegar a ser explosivos. Diría que lo mismo pasa con algunas emociones, que después “explotan” y todo el mundo se pregunta “¿Qué ha pasado?”.

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