Las emociones son algo tan personal y tan voluble que parece que estén mas allá del alcance de la ciencia. Pero si miras a alguien a la cara, si prestas atención a sus gestos, su mirada, su tono de voz … sabes como se está sintiendo. Y lo sabes incluso sin saber las causas o porqué se siente así. Y es que la información que nos dan las emociones propias y de los demás es algo que llevamos inscrito en nuestro código genético y es la primera forma de relación que tenemos con el medio y con los demás. Y es así porque la información de las emociones propias y ajenas nos resulta vital y necesaria para la vida.

Se cuenta que Federico II hizo construir una maternidad cuyo edificio parecía perfecto en cuanto a la higiene y condiciones. En tal edificio un grupo de 11 bebes fue dado a cuidar a un conjunto de enfermeros y enfermeras que tenían la obligación de alimentar, asear, etc., perfectamente, pero la orden absoluta era que nadie diera la más mínima muestra de cariño (ni siquiera con el tono de voz) a las criaturas. El resultado de tal experimento es que todos los bebés fallecieron en pocas semanas. La ausencia de estimulación benigna para los niños pequeños les hizo renunciar a la vida. Así de importante parece ser el contacto y la información emocional para el ser humano.

Durante siglos las emociones y los sentimientos han sido el dominio de artistas y escritores, y han sido despreciadas por la ciencia y la razón como algo irracional y azaroso que era mejor evitar o ignorar a toda costa. En el trabajo las emociones se dejaban en la puerta, como un abrigo que sólo puedes recoger al salir.

Pero en las ultimas dos décadas esta visión ha cambiado mucho. Las emociones han encontrado su lugar en la ciencia y, sobretodo, en las organizaciones de la mano de la Inteligencia Emocional.

En un entorno cada vez mas cambiante y mas “denso” ignorar la información que nos transmiten las emociones es como mirar por unos prismáticos por un solo ojo: nos estamos perdiendo la mitad de la información y la profundidad de campo.

La información que nos dan las sensaciones, las intuiciones, los sentimientos respecto a algo en concreto son unos datos que no vas a poder obtener de otra manera que no sea prestando atención consciente a como te sientes y como se sienten los demás. Ignorarlo es la mitad del fracaso, prestarle atención es el 80% del éxito.

Cuando miras a una persona enseguida te das cuenta y dices “esta persona está enfada y está a punto de saltar”, o “esta persona está convencida de lo que dice”, o “esta persona está triste, algo le ha pasado”, o “esta persona se siente ofendida por lo que le han dicho”. Estas percepciones son claves para tomar decisiones acertadas, porque te indican que curso de acción tomar, te dan muchas pistas de cómo “gestionar” mejor la situación o la relación.

Porque las emociones nos mueven o nos bloquean, nos impulsan o nos frenan, nos acercan o nos alejan; porque como nos sentimos afecta a nuestro cuerpo y a nuestra mente de forma inmediata e incontestable. La rabia, la tristeza, la alegría, el amor, la confianza o el odio todos ellos son sentimiento que nos predisponen a una respuesta o a otra mas allá de los datos y los razonamientos.

¿Cómo vas a pasar por alto como se siente tu cliente?

¿Cómo vas a dejar de prestar atención al estado de ánimo de tu equipo?

¿Cómo vas a ignorar una mirada de preocupación de un superior?

¿Cómo vas a prescindir de una “mala sensación” después de una reunión?

¿Cómo no vas a preguntarle a tu hijo “que ha pasado” si lo ves triste?

Es esa energía y esa información mas allá de lo puramente racional lo que la Inteligencia Emocional lleva 20 años estudiando y trabajando, con el fin de que las personas individualmente y en los equipos de trabajo obtengan mejores resultados para si mismas y para el conjunto de la organización y la sociedad, entrenando su inteligencia emocional.

El próximo 17 de Noviembre, en el Institut Gomà:

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