“Integridad es hacer lo correcto cuando nadie està mirando.”
Hoy el post de un amigo me ha llenado de esperanza y optimismo con respecto al genero humano en general:
“Ya está. Decidido lo que quiero hacer a partir de ahora: contribuir a la paz mundial. Empezando por uno mismo y siguiendo por las relaciones que tenemos día a día con los que nos rodean. En general, diría que he sido implicado, altruista y diplomático toda la vida, eso me ha sido premiado con regalos, gente a mi alrededor y oportunidades laborales. Pero ese rol de buenito me ha hecho callar en demasiadas ocasiones -y tragar-, en otras me ha bloqueado impidiéndome actuar como quería, o también me ha llevado a hacer cosas que no sentía pero creía que “debía hacer”. Todo eso va en contra de la paz. De la paz interior. La paz o serenidad en la que se basa nuestro estado de ánimo, nuestra salud, energía, humor. Y también en la que se basa la paz exterior. Creo en la paz como objetivo asumible. Y sé que tiene un difícil reto previo. Llevarnos bien con nosotros mismos. Pero bien de verdad, no solo aparéntemente bien. No es fácil, pensará más de una. No, no es fácil. ¿Pero acaso construir un barco, ir a la luna o llegar al sistema de bienestar fue fácil? Para nada. La evolución es lenta y costosa. Eso sí, suele valer la pena. Aunque a menudo se abuse de los anibióticos, o no quede muy claro para qué sirve ir a la Luna, la evolución suele valer la pena. Y ahora, metidos de pleno en un proceso de cambio y transformación a nivel mundial, hemos llegado a un punto de inflexión en nuestra evolución. Estamos viviendo los últimos coletazos de los totalitarismos. Tras “el final de la dictadura del proletariado” como sistema atractivo para la mayoría, llega “el final de la dictadura del capital”. La gente ya no está dispuesta a tolerar más atropellos a las libertades y derechos de las personas en nombre de objetivos superiores. Llegó el momento de encontrarnos a nosotros mismos y respetarnos. Como personas, como seres vivos, como especie, como parte de un sistema de vida global al que podemos llamar Tierra, Naturaleza, Universo, Cosmos, Dios… que cada uno elija la palabra que más le guste y no entre en cólera si el vecino elige otra, porque esa es la gracia de vivir en un sistema de vida, que no estamos solos ni somos clones. Entre nosotros hay diferencias y las podemos celebrar, pero hay muchas más conexiones y puntos en común. Y se pueden disfrutar. Pero antes necesitamos entendernos, querernos y respetarnos a nosotros mismos.”
http://planbr1.wordpress.com/2012/06/24/paz-en-el-mundo/#comment-742
Da gusto encontrarse con estos planteamientos que suenan tan cercanos y tan reales, y que hace tan sólo unos años hubieran parecido “fuera de orbita”.
Annie Marquier habla de “niveles de consciencia humana” en su libro “El Maestro del Corazón”. De la inconsciencia a la Consciencia Personal, y de ahí a la Consciencia Transpersonal (o global), que tendría mucho que ver con el concepto de Jermy Riffkin de la “Civilización Empática“.
Es decir el individuo primero no tiene consciencia de sí mismo, no es capaz de verse desde fuera, de elevarse por encima de sus trifulcas y contradicciones. Sólo va tirando entre cabreado y angustiado pero sin saber demasiado por qué. Ofuscado, egoísta y beligerante se relaciona con el mundo de una forma absolutamente trófica y depredadora (de los demás y del planeta).
En el siguiente nivel de conciencia del individuo ya se ve a sí mismo “desde fuera” y es capaz de entenderse e incluso de sentir compasión con respecto a sí mismo (compasión, no pena, que es muy diferente). El individuo aquí es mucho mas independiente de las circunstancias y de lo que siente o piensa, porque es capaz de tomar distancia y auto-observarse, entenderse a si mismo. El resultado es un individuo mucho más libre con una visión de sí mismo mucho más amplia. Ah, y es capaz de reírse de sí mismo e incluso consolarse.
El tercer nivel es el de la Conciencia Transpersonal. El individuo es capaz de percibirse dentro de un todo y de ver a los demás, de manera que sus relaciones, sus decisiones y sus prioridades van más allá de lo que puede sentir, querer o necesitar en un momento dado, y se desarrolla en un paradigma de interpersonalidad (Covey 1997) donde individuos independientes y responsables de sus acciones y decisiones se relacionan por un bien común que es compartido, consciente y presente en el día a día.
Y yo a eso le añado:
Sólo cuando hayamos acallado el ruido de la desazón y el miedo que llena nuestros días seremos capaces de escuchar las palabras que tanto tiempo hemos esperado, y entender por fin que sólo teníamos que escuchar para poder ver todo lo que es posible y todo de lo que somos capaces.
Con esperanza y optimismo. Un abrazo a todos.