No creo que ser feliz sea un asunto complejo. Tampoco digo que sea fácil. Al menos no para todos.
Como tampoco es fácil preguntarse con honestidad y sin miedo. Como tampoco es fácil aceptar y hacer lo que sea necesario con lo que uno es y tiene.
Responsabilizarse de uno mismo, comprometerse con uno mismo para llegar a ser la mejor versión de uno mismo no es fácil, pero tampoco es tan complejo.
Eso si, es necesario sinceridad y coraje para salir de la zona de autoderrota en la que es tan fácil caer una y otra vez. La zona de la queja y la inercia donde todo vale porque ya estamos vencidos y somos víctimas del mundo y, sobre todo, de nosotros mismos. Víctimas de nosotros mismos y de cómo entendemos y vemos el mundo.
Es indispensable que nos duela suficiente el pinchazo del clavo para que nos levantemos y pongamos en marcha nuestra energía y nuestra capacidad para «hacer algo al respecto!!”
Debe doler la experiencia y el malestar para que nos demos cuenta y aprendamos algo que nos es indispensable aprender para salir adelante y darnos cuenta que cada uno de nosotros es responsable y constructor de su propia felicidad día a día y momento a momento.
No hay recetas mágicas, ni falsos dioses, ni redentores de la culpa y de la angustia que nos librarán para siempre de todos los males y todos los miedos. Sólo estamos nosotros minuto a minuto, metro a metro, sonrisa a sonrisa, para mantener nuestro espíritu «a flote y navegando».
Pero, como he dicho, es necesario que el mal sea lo suficientemente grande o la urgencia suficiente urgente, como para que nos detengamos y, con rabia o con tristeza, nos preguntemos: «Que saco yo de esta manera de hacer? Qué saco yo de este comportamiento? Porque lo repito una y otra vez si ya veo que me perjudica?! »
Esencialmente es mas seguro aferrarse a una respuesta conocida, aunque sea autodestructiva y frustrante. Y lamerse las heridas mientras insultamos al mundo por ser así y tratarnos tan mal.
Es la adicción enemiga a la inercia y las costumbres.
Porque pensar cuesta, porque destruir antiguos hábitos cuesta, porque vencer el miedo y el agotamiento cuesta. Cuesta mucho. Y necesitamos una fuerza mayor para enfrentarnos a ellos y luchar para hacer de nuestras vidas un lugar donde nos guste vivir. Minuto a minuto, metro a metro, sonrisa a sonrisa.
No creo que ser feliz sea un asunto complejo. Ser feliz es un asunto urgente porque la felicidad es ahora, o no es.
SOUNDTRACK: http://www.youtube.com/watch?v=5cnIQHJ169s
¡Ay, Andreu, Andreu! La felicidad, cuesta tanto (o tan poco) como nos cuesta reconocer que nunca somos verdaderamente nosotros ante el mundo (ni ante nosotros mismos).
La felicidad, cuesta tanto (o tan poco) como nos cuesta sentarnos a solas en una habitación vacía de estímulos (sin teles, ni ordenadores, ni ruidos, ni gente, ni nadie más que tú, y tu conciencia), y mirarnos a nosotros mismos (mirarnos hacia adentro) y darnos cuenta de que nuestra autoestima, la verdadera imagen que tenemos de nosotros mismos, es tan frágil que la hemos vestido de todas las cosas que creímos que otros esperaban o querían de nosotros.
La felicidad, cuesta tanto (o tan poco) como nos cuesta comprender que somos más sanos, más bellos y más valiosos cuantas más capas de prejuicios, expectativas y presiones nos quitamos de encima.
Y, cuando lo hagamos, cuando solos en una habitación vacía nos miremos fijamente a nosotros mismos y nos veamos por vez primera, tendremos ante nosotros alguien más frágil, más deforme, más imperfecto de lo que nos parece tolerable.
Y, entonces, Andreu, entonces… sabremos que la felicidad, cuesta tanto (o tan poco) como nos cuesta ver que, en esa imperfecta y bella y frágil y maravillosa criatura que somos realmente, resplandece intensamente una mirada brillante, ávida de ver el mundo con sus nuevos ojos. Con tus nuevos ojos.