En lo que se refiere a los dispositivos móviles, las redes sociales y las apps en general; vivimos en lo que se ha venido a denominar la “economía de la atención”. Es decir, tu atención vale dinero, el tiempo que dedicas a atender a una pantalla vale dinero porque se traduce en compras, en usuarios o en información útil para las empresas (big data). Lo divertido es que tu atención también vale dinero para ti, y además es tiempo de tu vida.

La atención humana normalmente se dirige a aquello que nos parece relevante, y nos parece relevante aquello que nos provoca algún tipo de activación emocional: ya sean sonidos, colores, movimiento o caras; y dejadme que os diga algo: El ser humano tiene la capacidad de Control Cognitivo de la Atención (capacidad de concentración) de la mosca de la fruta. Nos despistamos con una facilidad pasmosa … y dolorosa de ver (al menos para un psicólogo).

Hay algo que todos debemos tener muuuuuuuy claro: Si nuestra destreza en la atención es pobre, también lo serán nuestros resultados, pero si, por el contrario, está bien desarrollada, nuestra performance puede llegar a ser excelente. De esta facultad sutil depende nuestra agilidad y calidad de procesamiento de la información. Y aunque parezca mentira el vínculo entre atención y excelencia se halla detrás de casi todos nuestros logros. Es el determinante invisible de la eficacia.

Gracias a los dioses la capacidad de atención es como un músculo, que se desarrolla en la medida en que se ejercita. En “jerga” de neuropsicólogos se dice que se “mieliniza”, es decir se crean y se refuerzan las redes neurales que otorgan mayor robustez a nuestro Control Cognitivo de la Atención. Como resultado de esta “mielinización”, a través del entrenamiento, las personas van adquiriendo la capacidad de recuperar más rápidamente su atención cuando esta se dispersa, y de mantener el foco de forma deliberada y sostenida con mayor facilidad.

Después de todos los “distractores digitales” (las armas de distracción masiva que habitan en nuestras tablets y móviles) el siguiente reto al que nos enfrentamos, en lo que se refiere al dominio de la atención, procede de la dimensión emocional de nuestra vida, es decir de como el diálogo interno y las preocupaciones interfieren en nuestro flujo de pensamiento. Esto es así por algo relativamente sencillo de explicar a nivel neuropsicológico: los circuitos cerebrales de la preocupación inhabilitan los de la atención. Si, si, tal como lo oyes: está comprobado que cuando estás de mal humor por algo y se activa el diálogo interno negativo, tu cerebro reduce tu nivel de procesamiento de información (te vuelves un poco menos inteligente de forma temporal).

Esta realidad neuropsicológica, dicho de forma rápida, es un desastre, dado que implica que cuando estás preocupado por algo es IMPOSIBLE que estés por lo que tienes que estar, dado que la preocupación, la rumia, el diálogo interno negativo incapacita nuestro cerebro para prestar atención a lo que tenemos delante. Diría que incluso se puede apreciar la cara de “besugo angustiado” que se le pone a uno/a cuando le está dando vueltas a algo de forma circular y centrífuga.

Además esta rumia o dialogo interno negativo envía señales activadoras a los núcleos amigdalinos (ya sabéis los “centinelas” del peligro de nuestro cerebro), y aumenta la actividad en estos, provocando en la persona una creciente sensación de angustia/preocupación/cabreo. Y además la activación amigdalar retroalimenta la rumia!!! Y ya tienes el circo montado, donde las familias emocionales del MIEDO y/o la IRA (miedo: angustia, temor, ansiedad … / Ira: rabia, cabreo, enfado, cólera …) están en la pista central como protagonistas de tu vida mental, filtrando la realidad a través de estas dos familias emocionales. Y tú mientras tanto te vas haciendo mala sangre inyectando cortisol a tu torrente sanguíneo a través de tus glándulas suprarrenales … Bienvenidos al circo emocional humano.

¡PERO TENGO UNA BUENA NOTICIA!!!!! ¡DOS BUENAS NOTICIAS!!

> Buena Noticia Num1: La rumia y diálogo interno tiene lugar (neurofuncionalmente) en el Área Prefrontal Derecha (LPD), que aumenta su actividad cuando te estás comiendo la cabeza con algo o estás de mal humor; pero la atención y la regulación emocional tienen lugar en el Área Prefrontal Izquierda (LPI), y esta área prefrontal izquierda, cuando se activa, envía señales inhibitorias a los núcleos amigdalinos!! Es decir, envía señales descendentes destinadas a apaciguar los núcleos amigdalinos!! Cha-chaaaaaan!!!

> Buena Noticia Num2: La actividad del Lóbulo Prefrontal Derecho (LPD) y del Lóbulo Prefrontal izquierdo (LPI) son inversamente proporcionales!!! Ta-ta-ta- chaaaaaaan!!! Cuando se activa el uno se desactiva el otro!! Requetecontra-ta-chaaaaaan!!!

¿Y porque tantos “tachanes”?

Pues porque mira, lo que acabo de decir significa en la práctica lo siguiente:

A) El tiempo que estás atento/a y concentrado/a es tiempo en el que obligas a tu LPD (el de las “comidas de olla”, el de la preocupación) a bajar su nivel de actividad eléctrica. Es decir que cuando logras concentrarte y mantener tu foco estás apretando el botón de “stop” de tu mecanismo cerebral de la preocupación.

B) Al reducir tu nivel de actividad en el LPD, también detienes las señales de estimulación que estabas enviando a los núcleos amigdalinos (N.A).

C) Y también que al activarse el LPI, al ponerlo en marcha a través de tu atención/concentración, esté, al ocuparse también de la regulación emocional, empieza a enviar señales inhibitorias a las amígdalas (N.A.), con lo cual reduces progresivamente la actividad de los N.A.

Por eso la ATENCIÓN/FOCO (Control Cognitivo de la Atención) es uno de los mecanismos de regulación emocional más rápidos y más efectivos.

En este sentido lo mejor que puedes hacer cuando tengas un mal día es dirigir tu atención de forma deliberada a la tarea que tengas entre manos, y focalizarte absolutamente en esa tarea. Y cada vez que tu mente vuelva a poner en marcha el LPD, el circo de la rumia y la preocupación, tu recupera tu atención y tu foco (cuantas veces haga falta). Se consciente del bien que te hace el ser dueño de tu atención.

Cuando adviertas que tu mente se ha distraído, llévala de nuevo y amablemente a su objeto de concentración. Cuantas veces haga falta.

Entrenar el dominio de tu atención significa: mejorar tu tono emocional medio, mejorar tu rendimiento cognitivo, y reducir tus niveles de cortisol en sangre. ¿Alguien da más?

Eso si, la atención es un caballo que lleva su tiempo domesticar 🙂

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