El Ser Humano no es infinito, ni todopoderoso, ni eterno, ni mucho menos perfecto. Tiene limitaciones -físicas, afectivas y emocionales- pero en la mayor parte de las ocasiones, esas limitaciones no son «reales» sino «mentales»; falsas creencias incrustadas en nuestro inconsciente más hondo que nos impiden dar lo mejor de nosotros mismos. Una pena …

Hacemos y percibimos en función de lo que nos han dicho que puede y no puede ser, y en ese reducto nos perdemos en círculos limitantes.

Un experimento: Coloca una pulga dentro de un frasco y tápalo. La pulga empieza a saltar pero como el frasco está cerrado no puede salir. Tras varios intentos frustrados, llega un momento en que la pobre pulga decide pararse definitivamente: ha llegado a la conclusión de que es imposible escapar. En ese momento, puedes quitar la tapa del frasco que la pulga no intentará salir jamás. Si lo intentase, lo conseguiría, pero su cerebro ha quedado programado de tal manera que cree que no tiene salida. Que es imposible. A esto se le llama Indefensión Aprendida: haga lo que haga no va a servir de nada.

Nosotros vamos construyendo nuestras limitaciones, las barreras que no nos dejan ser y dar lo mejor de nosotros.

Y el mecanismo es muy sabio y muy cruel a la vez. El Ser Humano esta condicionado genéticamente para percibir mas señales de peligro que señales de no peligro. Vemos mas aquello que nos parece potencialmente peligroso por la sencilla razón que es lo que nos ha permitido sobrevivir.

Si ves el peligro te puedes proteger, si estás en la parra se te come el primer dientes de sable que pasa por allí, o la tribu de al lado que (mira tu que casualidad) son caníbales, hace unos pinchitos contigo.

Por el mismo mecanismo a medida que vamos creciendo vamos sumando “potenciales indicadores de peligro”, vamos sumando experiencias de fracaso: “hice esto y fue mal” “hice lo otro y no me salió bien”, y resulta que estas experiencias pasan a formar parte de la señalética de peligro que, pretendidamente, nos va a salvaguardar de futuros fracasos y daños mayores. Y eso queda registrado a fuego en nuestros Ganglios Basales (forman parte del Sistema Límbico, nuestra fábrica de emociones y estados de ánimo) ¿Y que pasa? Que vamos cerrando caminos y posibilidades, porque “una vez” fuimos por allí y no nos fue muy bien. O peor, “nos han dicho” que por ahí mejor que no que es muy difícil, que es muy complicado, que es peligroso, imposible … Y por protección ahí nos quedamos, como la pulga. “Si una vez fue así es que siempre va a ser así.” Biéééééééén …

Desde que nace hasta que cumple los 8 años de edad un niño/a – oye más de unas 100.000 veces la palabra «No»: ¡No hagas eso!, ¡No pongas el dedo ahí!, ¡No toques el frigorífico!… Y otro dato llamativo: por cada elogio que recibe un niño, recibe nueve reprimendas. Antes de eso el nene/a pensaba que todo era posible y que el mundo era un lugar donde pasarlo bien.

Si a eso sumas que, en línea de lo que decía antes, de cada 5 estímulos percibidos, 4 son negativos y uno es 1 positivo (los estímulos negativos o amenazantes van con chaleco reflectante, y los positivos pasan mas desapecibidos), y claro si tenemos en cuenta que una persona de hoy en día, en cualquier ciudad del planeta, recibe entre 5.000 y 10.000 mas inputs informativos que una persona en el siglo XV, pues no es difícil entender los miedos, inseguridades, dudas y temores que se instalan en nuestro disco duro y que a todos nos atenazan en multitud de ocasiones. Ahí está el Homo Angustus (limitado). Angosta se va volviendo nuestra capacidad de enfrentar y resolver problemas si dejamos esta tendencia, presuntamente adaptativa, a su libre albedrio.

Todos tenemos miedos y sus consecuencias son demoledoras. Demoledoras personalmente, socialmente y como especie.

El miedo priva, frena, limita, bloquea, y mutila nuestras capacidades … El miedo te hace reaccionar agresivamente, te vuelve violento, te hace morder; y salvo en contadas ocasiones esos ya no son mecanismos adaptativos.

El miedo reduce la capacidad para percibir alternativas, minimiza las posibilidades de cooperación, anula la creatividad, el miedo te grita en la cara y secuestra tu voluntad, y te deja reducido a un superviviente arrinconado.

Y el miedo mata señores. El miedo y todos sus derivados: la desconfianza, el resquemor, la envidia, la tensión, la ansiedad, el temor, los celos, el odio, la obsesión … son altamente tóxicos, personal y socialmente, individual y colectivamente. Cada año en la Unión Europea el miedo (las causas psicosociales le llaman) causa un pérdida de 27.000 millones de € por bajas laborales.

El resultado de todo esto es que cada vez creemos que somos menos increíbles, y en eso estamos equivocados. Somos vulnerables, si, somos finitos, también, no somos infalibles, ni sabios (la mayoría), ni genéticamente perfectos, pero somos increíbles y capaces de mucho mas de lo que creemos.

Confía, confía en que lo harás mejor, que serás capaz, en que vas allegar al final, en que vas a superarlo, en que va a ser genial, en que va a ir bien, en que algo bueno va a pasar …

Respira hondo y toma fuerzas.

Inspira confianza.

“Tanto si crees que puedes como si crees que no puedes, tienes razón.”

Henry Ford

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