La semana pasada estuve asistiendo un curso de Gestión Emocional en el trabajo, y al empezar la primera sesión hice la usual pregunta (que no por ser usual deja de ser una buena pregunta): “¿Y tu, porque estás aquí?”
La gente se fue levantando por turnos y expresando sus razones y motivos. En un momento dado se levanta un hombre de unos 40 y tantos y dice: “Yo estoy aquí para dejar de ser imbécil.”
Todos nos quedamos un poquito sorprendidos por la rotundidad de las palabras y por la firmeza con que las pronunció. Yo le pregunté: “¿Podrías explicarnos un poco mas sobre eso de ser o no ser imbécil?”. El hombre carraspeo y dijo: “Yo soy un tipo inteligente. Lo se, es una evidencia. Tengo dos titulaciones universitarias y un buen trabajo. Además tengo una gran capacidad analítica. Lo que ocurre es que cuando me estreso, o cuando me disgusto por algo que me pasa, me vuelvo imbécil y dejo de ser inteligente. Y por eso estoy aquí para aprender a no estresarme y a no disgustarme tanto, y así ser menos imbécil.”
La gente alrededor se medio reía y a la vez asentían dandole la razón. Todos nos vimos un poco reflejados en aquello que acababa de decir. Todos fuimos conscientes que, claramente, cuando nuestras emociones “nos secuestran” y toman las riendas es muy posible que lo que hagamos, digamos o decidamos en ese momento no sea lo mas adecuado o lo mas inteligente.
Nuestro estado emocional tiene un impacto inmediato en nuestro pensamiento, y es necesario que seamos conscientes de que los afectos afectan nuestro pensamiento, volviéndonos un poco tontos (o imbéciles como decía el amigo), al menos momentáneamente. Y digo momentáneamente porque la estupidez que nos embarga cuando, por ejemplo, nos sobre-preocupamos, o cuando nos sentimos heridos, o cuando nos invade el pesimismo; es de un nivel supino pero pasajero.
Cuando nos sobre-preocupamos nuestra capacidad de atención se reduce a la de una mosca de la fruta. Cuando nos sentimos heridos o nos enfadamos sólo queda espacio para el odio y el resentimiento en nuestra consciencia (y no pretendas ser objetivo en ese momento porque sencillamente te va a ser imposible). Cuando nos invade el pesimismo nos convertimos en la mínima expresión de nuestras capacidades, se le cae la piedra a nuestro David, y nuestros “Goliats” parecen mas grandes que nunca.
En resumidas cuentas, cuando una emoción nos embarga es mejor que seamos conscientes de cómo está afectando a nuestro pensamiento y a nuestra forma de valorar lo que está ocurriendo. Que demos un paso atrás y nos “separemos” por un momento de esa emoción, y así poder tomar consciencia de que estamos viendo y sintiendo el mundo a través de ese estado emocional (que no deja de ser un estado alterado de consciencia en cierto modo, las emociones son química corporal).
¿Alguna vez han probado de trabajar en un estado alterado de consciencia? Si la respuesta es “no” mi respuesta es “lo dudo”. Porque cada vez que te alteras, te enfadas, tienes miedo, o te entristeces estás en un estado alterado de consciencia, y ese estado alterado te hace mas “imbécil”, por la sencilla razón de que en ese momento:la emoción manda mas que tu.
No dispones de toda la capacidad cognitiva/racional para afrontar la tarea que tienes delante.
Resultado: es posible que metas la pata, que te distraigas barruntando, que te equivoques en lo que estás haciendo, que no logres concentrarte, que no acabes lo que has empezado, que tomes una mala micro-decision (estás son las decisiones del cada día y del momento a momento) o que simplemente le des al “enviar” antes de lo que quisieras (y veas como un correo-bomba acaba de despegar de tu bandeja de salida).
¿Y como quieres ser entonces efectivo y eficiente? ¿Como quieres ser productivo?
Daniel Goleman dice que una buena practica en el trabajo es ajustar nuestro estado mental y emocional a la tarea que tenemos entre manos, dado que:
· La emoción va a afectar a la capacidad que tienes de procesar información y retenerla.
· La emoción va a afectar a tu energía física (dándote o quitándote energía).
· La emoción va a afectar la forma que tienes de valorar lo que está pasando.
Si eres capaz de ir hacia el estado interno adecuado para la tarea que tienes entre manos es mucho mas posible (infinitamente mas posible) que seas capaz de, en ese momento, dar lo mejor de ti (aunque sea cocinando la cena que también requiere atención y amor). Esto es especialmente cierto y adecuado para deportistas y personas que trabajan en entornos de alto rendimiento. No puedes sacar lo mejor de ti si no estás en el “right set of mood” (en el estado emocional adecuado). Ningún saltador de altura salta mas alto si le pesa su estado interno. Un saltador de pértiga debe liberarse de todo peso emocional y elevarse con la esperanza y la convicción de quien vuela hacia una altura imposible.
El secreto de la eficacia y la eficiencia, de la productividad, de la gestión del tiempo incluso está en eso, en ajustar tus estados internos a lo que estás haciendo y así poder focalizar toda tu capacidad, tu energía y tu consciencia en lo que tienes delante (no importa si estás jugando con tus hijos, si estás negociando un contrato o si estás repasando una hoja de Excel).
Sólo tenemos una consciencia, que es como una pantalla de cine en nuestra mente donde se proyecta la realidad. Cuando estamos en un estado emocional alterado en esa pantalla se proyectan tres películas a la vez y además con los canales mezclados de audio. Un caos. No es extraño que así nos volvamos un poco imbéciles (aunque sea a ratos).
Mi consejo: párate un momento, recupera el centro y ponte en marcha focalizando tu atención.
Así de fácil y así de difícil.
Que tengáis buen día y buen foco.
“Ten en cuenta que tu enfoque condiciona tu realidad.”
Yoda, maestro Jedi