No recuerdo desde cuando, o de donde lo saqué, pero hay un pensamiento, o certeza, que me acompaña desde hace muchos años: Si uno se sienta en su cama, sólo y se pregunta sinceramente ¿Qué debo hacer?, siempre lo sabe.

Hoy he visto un documental sobre Costa de Marfil, y me ha llamado la atención la forma que tienen algunos pueblos que allí habitan de tomar una decisión. Los Senufo, los Dan, los We o los Baule usan las mascaras como representaciones de aspectos fundamentales de la vida, como la justicia, la salud, la caza, la familia, la maternidad, la muerte, la autoridad, el amor …

Las mascaras nacen de los sueños y encarnan las fuerzas sobrenaturales, tendiendo un puente entre el mundo material y lo trascendente. Por eso en todo momento importante, en todo momento de crisis o de tránsito aparecen las mascaras, para ofrecer soluciones y respuestas. En cierto modo las gentes les preguntan a las mascaras.

Los rituales de las mascaras son especialmente dramáticos e intensos. Un hombre con la mascara y vestido con la indumentaria correspondiente, gira, salta, baila y hace acrobacias, mientras todos miran atentamente, no sin cierto miedo o resquemor en las miradas. Les interesa mucho lo que les vaya a decir la mascara sobre el tema en cuestión. De eso pueden depender muchas cosas y muchos futuros.
Bailes frenéticos, tambores y timbales, colores, cánticos, gritos y misterio. Horas y horas de danza, tensión y música mientras la mascara captura la atención y reverencia de todos los asistentes.

Por supuesto la mascara no habla. No dice nada. Pero los hombres, mujeres y niños la miran hipnotizados y piensan, reflexionan. El tiempo que esperan la respuesta, las indicaciones de la mascara, de la divinidad, del mas allá, es un tiempo en que sus pensamientos fluyen sin la necesidad de encontrar respuesta (ya que se la dará la máscara), y por tanto sin presión o urgencia, pero estos pensamientos giran alrededor del tema en cuestión de la máscara. Es un “limbo” (tanto mental como espiritual) donde encontrar respuestas, y encontrarlas entre todos. Mientras los ojos siguen los movimientos del danzante, mientras cantan y escuchan cantar, mientras las emociones surgen y se propagan en el grupo, es un tiempo para la intuición y la reflexión, para encontrar una “verdad común” compartida y útil para todos.

A veces, sea en común o en particular sería útil sacar nuestras máscaras, la máscara que corresponda a la dificultad, duda o crisis que nos esté zarandeando, y preguntarle. Preguntarle para que nos responda lo que ya sabemos. Aunque no nos guste, aunque haga pupita.

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