Es normal sentirse sobrepasado, es normal. Es normal estar un poco triste, es normal. Es normal que hayas bajado el ritmo, es normal. Es normal incluso que te de un poco de respeto la vuelta a la normalidad cuando todo esto pase. Nos pensamos que nuestra psique aguanta carros y carretas, pero como todo en nuestro cuerpo tiene sus límites y fronteras, y se ve afectado cuando cambian las condiciones durante tantos días.

Estoy viendo (vía telemática, claro) muchas personas que están empezando a mostrar signos de agotamiento psicológico: pocas ganas, descenso de la motivación, cierta apatía, ansiedad flotante, problemas de sueño, … es normal, no nos asustemos démosle el espacio mental justo y no más. Porque ante ciertos estados emocionales nuestra mente empieza a hacer predicciones sobre el futuro, y de como será, y si seremos capaces, y que pasará, y mil historias más que no están basadas en hechos reales. Y ya lo sabéis, a pesimismo y predicción de cataclismos el cerebro humano tiene un doctorado. Que quieres, la evolución nos ha hecho así, nos ha hecho pesimistas y miedosos, porque esa receta psicoemocional le ha funcionado a nuestra especie durante decenas de miles de años: el miedo nos ha protegido porque nos ha puesto en guardia y ha forzado a que nos preparáramos y nos protegiéramos.

Pero de un tiempo para acá pongamos los últimos 30 años todo se ha acelerado más allá de nuestras posibilidades. Y después de acelerarnos, y habernos acostumbrado al acelerón, ahora resulta que tenemos un parón forzado, un vacío, un silencio, y además con una pandemia circundante y un futuro más incierto que nunca; ¿En serio?¿De verdad era esto lo que merecíamos? … bueno, prefiero no hacer consideraciones a este respecto.

Es decir, nos ha tocado frenazo, reclusión, incomunicación e incertidumbre; la receta perfecta para que nuestra psique se atragante. Y no te lo pierdas, cuando salgamos de este parón nos espera el mundo real y vuelta a acelerar que no te pille la recesión económica. Pues ya podemos prepararnos para hacer una re-entrada suave, y clemente con nosotros mismos/as si no queremos que nos salte el alternador (eso es una metáfora, no tenemos alternador en el cerebro). Si, digo clemente y dándonos tiempo de descompresión, como los buzos (¿o quizás debería decir re-compresión?).

En todo caso creo que debemos tener “un poquito de por favor”, un poquito de empatía, un poquito de generosidad con nosotros mismos/as, tanto en este momento como en la re-entrada. Ya que el sistema neoliberal capitalista no lo va a tener, al menos tengásmolo con nosotros mismos para preservar nuestra cordura y nuestra salud. 

Además de concienciarme de esta re-entrada suave (aunque la tentación de acelerar en seco va a estar, y soy consciente), estoy siguiendo algunas reglas o buenas praxis en el momento presente para facilitarme a mi mismo este tránsito de reclusión y no caer en una especie de indefensión apática. Os las quiero compartir por si os pueden servir también como pistas para la resiliencia psicológica en confinamiento.

Como he dicho un poco más arriba, a nuestra especie el pesimismo y catastrofismo le han servido durante mucho tiempo para preservarnos, pero hay otras cosas que también le han sido muy útiles a nivel psicológico y que podemos tener en cuenta en este momento para preservarnos igualmente. En estos otros aspectos es de donde surgen las buenas praxis para la resiliencia psicológica que quiero compartir:

  1. NUESTRO CEREBRO ES UN INSTRUMENTO SOCIAL. Somos seres sociales porque el funcionar en grupo, el pertenecer, el ayudarse, el sumar, nos ha servido más que ninguna otra capacidad o herramienta en nuestra evolución como especie. Por eso nuestro sistema nervioso, cuando estamos en contacto con otras personas y hay buenas relaciones personales, cuando nos reímos con otra persona, cuando conversamos con calma y confianza, cuando compartimos pensamientos y miedos, cuando nuestras interacciones humanas son de calidad; nuestro sistema nervioso se atempera, se apacigua: reduce el cortisol, aumenta la oxitocina y nuestra presión sanguínea se equilibra. Las buenas relaciones personales son un bálsamo para tu psique. Por eso cada día procuro hablar un rato con una persona de confianza, alguien que estimo y que sé que me estima, y compartir mis pensamientos y mis inquietudes, y viceversa. Es una forma de regulación emocional compartida. Tómate una cerveza o un té en la mesa de la cocina y charla por charlar, aunque sea vía teleconferencia. 
  2. NUESTRO CEREBRO NECESITA SILENCIO. Es importante, fundamental y necesario tener espacios de silencio. Espacios donde no haya móvil, ni ordenador, ni tele, ni youtube, ni nada de nada (los que tenéis hijos lo sabéis mejor que nadie; el otro día un padre de tres hijos me decía que una vez al día se encerraba en el baño solo para aislarse un rato … su pareja está extrañada de su repentino buen tránsito intestinal). Necesitamos momentos de silencio para que nuestro cerebro pueda recuperar cierto nivel de homeostasis. Por eso cada día de este confinamiento he dedicado 15’ a hacer un pequeño ejercicio de meditación. Los ejercicios de meditación son muy útiles para re-balancear de forma amable nuestro sistema nervioso. Lo que ocurre es que no estamos entrenados ni acostumbrados a estar 15’ en silencio atentos solamente a nuestra respiración, y nos aburrimos o nos despistamos. Bueno, te sorprendería lo que acabas anhelando esos 15’, lo que los disfrutas y lo bien que sientan cuando lo has hecho cada día durante 26 días. Es como un baño de agua tibia para la mente. … bueno, y mi tránsito intestinal también ha mejorado sorprendentemente, admitamoslo.
  3. NUESTRO CEREBRO ESTÁ CONTENTO CUANDO TERMINAMOS COSAS. Una forma de animarnos y mejorar nuestro estado de ánimo es poniéndonos pequeñas metas y cumpliéndolas. ¿Por qué funciona? Pues porque cuando terminas algo y lo tachas de tu lista de pendientes tu cerebro te da un pequeño chute de dopamina, que es el neurotransmisor que le dice a tu cerebro: ¡Buen trabajo chico/a!, ¡Eres un fenómeno!; y eso sienta bien. A nuestro cerebro por fuerza le tiene que sentar bien conseguir cosas y terminar cosas, de lo contrario ¿qué nos empujaría a hacer y conseguir? De eso se ocupa la dopamina. Oh, y además sube la autoestima y te hace sentir que tienes la situación más controlada. La dopamina te hace sentir “poderosito/a”. Por eso cada día al final del día me apunto tres cosas que quiero hacer, terminar o conseguir el día siguiente (ojo, tres cosas realistas). De esta manera me aseguro que al final del siguiente día estaré un poquito contento. ¡Se trata de engañar al cerebro en positivo!
  4. NUESTRO CEREBRO MEJORA CUANDO MUEVES EL CULO. No podemos separar el cuerpo de la mente. Ambos forman un sistema que se retroalimenta, o bien se retrodestruye. Si tratamos mal al cuerpo afecta a nuestra mente, si no cuidamos nuestra mente el cuerpo se resiente. Esto es de cajón, pero nos olvidamos. Hay una forma muuuuuy sencilla de recuperar tu energía física y mejorar tu tono mental: sudar. Si, sudar. El ejercicio aeróbico, en estos días de confinamiento es un “must”, es algo absolutamente necesario para mantener un equilibrio psicodinámico. Por eso, tenga o no tenga ganas, cada día del confinamiento hago 70’ de ejercicio físico. Tenga, o no tenga ganas. No es opcional, es una medida de autoprotección psicológica … bueno, y además para no salir rodando el día que salgamos.

Seguro que hay más pequeñas recetas para reducir la sensación de agobio y de “sobrepasamiento”, pero estás cuatro son las que a mí me funcionan, y tienen su razón de ser a nivel psiconeurofisiológico (caray que palabra más larga!).

Espero que os sirva. ¡Cuidad de vuestros cerebros!

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